(AVISO A LECTORES: ACTIVED BATALLITAS DEL ABUELO MODE)
Aprovechando que era un día oscuro y lluvioso (pero no frío, porque de eso aquí no tenemos) el pasado domingo convencí a mi familia para jugar una partida de HeroQuest. Creo que ya se ha dicho todo sobre este juego que ha alcanzado categoría de mito: para mí, al igual que para muchos jugadores de mi generación, mis primeros recuerdos como amante de los muñequitos vienen ligados a largas tardes de juego ante el tablero entre paquetes de patatas, refrescos y buenos amigos. No se puede pedir más.
De modo que utilicé la nostalgia como excusa para crear cantera -¿o más bien al revés?- y enseñarle a jugar a mi hija, siempre curiosa ante los pinceles y las figuritas de papá.
Ante la pregunta clásica de "¿Por qué tienes figuras de bichos feos y ninguna princesa, papá?" decidí darle a escoger entre varias minis clásicas que Jack me había cedido... Podía haber escogido la hechicera o la exploradora de Grenadier (¡esa gama de Julie Guthrie!) pero le gustó más la línea de Confrontation... decididamente los tiempos han cambiado.
Mi mujer tiró de costumbre y, al igual que en las partidas de Descent, escogió el personaje del Enano. Hacía falta un toque de refinamiento en el grupo, así que yo escogí el Elfo. Jack se ofreció a hacer del malvado Morcar.
Como nuestros héroes eran jóvenes e inexpertos nuestro patrón decidió encargarnos una misión sencillita, adentrarse en la guarida de los esbirros del mago y rescatar a uno de los mejores caballeros del Imperio, que había sido apresado.
(No sería tan buen caballero, digo yo)
Ya estamos en la mazmorra. Nada más entrar tienen su encontronazo con un centinela goblin. No supone una amenaza para nuestra intrépida bárbara, que lo despacha con rapidez.
Los héroes avanzan con más rapidez que sigilo, irrumpiendo en la habitación donde haraganean dos orcos. El enano salta sobre la mesa profiriendo en khuzdul detalles ofensivos sobre sus madres... Aturdidos por la crudeza de los detalles son incapaces de defenderse de su mortífero hacha y caen sin remedio.
¡Encuentran una puerta secreta donde les aguarda el caudillo Fimir! El elfo carga contra él ayudándose de sus hechizos y liquidándolo sin compasión. Bárbara la bárbara (sí, se llama así) encuentra a nuestro cautivo, debilitado y enfermo por el constante olor a humedad del calabozo.
¡De repente suenan las sirenas de alarma y se encienden bombillas rojas en los pasillos!¡Es la hora de salir corriendo!
El elfo se adelanta con pies ligeros. "Voy a ver si viene alguien por el pasillo", con la intención apenas disimulada de escabullirse si la cosa se pone demasiado fea. Rompiendo en orden natural de las cosas, los pielesverdes no solo son más rápidos que él sino que logran rodearle...
... Y cae ante los filos enemigos, no sin antes llevarse un par de enemigos con él. Bárbara la bárbara y el enano corren en su ayuda, ignorantes de que pretendía dejarles en la estacada:
La lucha es dura y los enemigos numerosos. Van cayendo, pero las heridas hacen mella en nuestros valientes, inexpertos y alocados héroes.
"¡¿Quién trabaja en el puerto por las noches, eh?!" |
Ya solo queda un feroz orco y un goblin bastante nervioso, que no consigue encontrar la ocasión para quitarse del combate ("a mí la causa del mago ni me va ni me viene, para mí es solo un trabajo") pero el enano y Bárbara la barbara están muy heridos:
¡Y finalmente se impone el orco, que vence a los aprendices de héroes!
Morcar estará satisfecho. Con mirada soñadora, el orco pone a buen recaudo al prisionero mientras se imagina su futuro como gran caudillo... ¡El terror del Imperio, sí señor!
En cuanto reclute más de estos zoquetes inútiles, que no me aguantan nada en combate.
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